El presente texto no muestra como los hombres encargados de las bibliotecas antiguas, por fuerza, tenían que poseer un espíritu filosófico y un conjunto de valores espirituales que los encaminaran por el sendero de la cultura y, sobre todo, tenían que ser un educadores, guías, y un preceptores de lecturas. También nos muestra que en la Nueva España hubo grandes procuradores de bibliotecas en una época en la que aparecieron cientos de bibliotecarios anónimos que fungían también como copistas, traductores e incluso como comerciantes de libros.
Dimensiones | 22.5 × 23 cm |
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ISBN | 978-607-495-291-9 |
Edición | noviembre 2013 |
Encuadernación | rigida |
Páginas | 120 |